martes, 7 de octubre de 2008

La entrega de la fecha: Pabellón III

Hoy fui a anotarme para experimentar nuevamente la vida universitaria. Extraño ser estudiante, pero no sólo por el simple hecho de estudiar. Ser estudiante también contempla la posibilidad de abrirse a cosas nuevas, las charlas del bar a la hora del desayuno del primer recreo, qué sé yo. También vivir un poco al límite, ese gustito de llegar con el tiempo justo y proyectar problemas en situaciones que en realidad no tienen tanta importancia relativa.
Lo que voy a hacer a continuación se llama, en mis términos, comparación estimativa. Entran en esta categoría supuestos tomados muy livianamente, cosas de las que no estoy segura pero igual vale la pena comparar a modo de anticipación. O como la mirada que tenés de un lugar cuando sos chica/o y vas después de más grande y resulta ser que era más chiquito, el camino para llegar era otro, y así. Cosa que nunca deja de maravillarme.
Es casi imposible no hacer eso, más que nada si tenés experiencias similares un tanto opuestas. En este caso voy a hablar de lo que sentí después de haber ido a una universidad privada y ahora incursionar en la UBA.
Empiezo por el tema del viaje. Primer punto: estoy recerca y no tengo colectivo que me deje directo. Una lástima, y muchas cuadras a pie, o dos colectivos, o subte y colectivo, o bici, etc. El trayecto sentada dura 15 minutos máximo, cálculo estrictamente personal y a ojo. Me bajé un edificio antes y pregunté a un pibe que caminaba con una carpeta nº6. Era obvio que no soy de ahí, como preguntarle a un dentista qué es un torno. Tampoco tengo porqué saber.
Entré y me pareció un lugar muy frío. Frío sin calefacción, frío de poco acojedor. Muy distinto de aquello que me pareció la primera vez que fui en 2003. En ese entonces todavía no había ido a mi otra facultad, y creo que eso se nota y distorsiona la mirada. Cómo decir... Cuando era más chica la UBA era un lugar idealizado, yo era mucho más radical en la forma de pensar y el Pabellón III me había parecido hermoso. Más que nada la vista desde los pisos más altos.
Pero esta vez me sentí rara, incómoda. La gente de ahí muy poco dispuesta, como si te hicieran un favor al contestar. Podría fingir tener 17 otra vez, pero ahora eso me molesta. Y todos tenemos cuestiones en la cabeza, y todos estamos hartos de un millón de cosas... pero
con esa malísima predisposición se hace más tediosa la existencia de todos. Comentario al márgen: ojalá nunca me toque cursar en el subsuelo, aunque supongo que ahí nos toca a los del cbc. Seró lógico siguiendo la línea: más sufrimiento, más digno de mejores cosas.
Cuando bajaba las escaleras pensaba, cómo será esto de noche?? Es un lugar bastante tenebroso. Sin embargo están muy bien las paredes llenas de dibujos y diseños.
De todas los calificativos y observaciones, lo que más me quedo fue una sensación grande de explusión, ganas de irme. Muchos pensamientos en el colectivo de vuelta, cosas más personales, planteos sobre esa diferencia tan grande de un lugar a otro, las ganas de estar en un contexto en dónde -realmente- uno es nadie. No creo que todo se reduzca a eso, no creo que la vida misma pase por ahí, ni que las personas deban quedarse con esa sola idea. Supongo que tengo mucha suerte de poder compararlo, entendiendo quizás los planteos desde ambas partes sin prejuzgar.
Desde la opinión de mis profesores de la UB, tratándonos como hijos dependientes casi, a la UBA en dónde quizás se entiende el razonamiento de la desigualdad desde el simple contexto, el Pabellón que me invita a irme. Mucha gente por todos lados, cada cual en su historia. Todavía tengo varios retornos antes de empezar a cursar, veremos qué se percibe después. Yo creo que me va a venir muy bien.
Después camino a casa me compré las entradas al Personal Fest que, para mi grata sorpresa, hay una promoción especial comprando el abono. Podría haber sido rata y caminarme hasta el Club Ciudad como pensaba hacer originalmente, pero de todos modos gasté como 50 sopes menos. Una delicia.

1 comentario:

agustín dijo...

cuenta la leyenda que ciudad universitaria es el único punto de la argentina que en invierno tiene una temperatura 10 grados menor a la del resto del país.